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Lectura de Hoy

27-07-2024

DEVOCIONAL

Devocional: Hechos 14

Pablo llevaba quince años evangelizando, o quizás más, probablemente alrededor del área de Tarso antes de que se registrara este “primer” viaje. Sin duda, adquirió muchísima experiencia al evangelizar a judíos y a gentiles, de manera que, cuando aparece en escena como un apóstol fundador de iglesias, no es un joven buscando su ruta, sino un obrero maduro y experimentado. 

(1) Se ha dicho a menudo que dondequiera que iba Pablo, surgía un avivamiento o un motín y, a veces, ambos. Esto no es totalmente cierto, por supuesto. Más aún, un motín, no es necesariamente una señal de autenticidad: depende tanto del contexto y de los oyentes como del predicador y su mensaje y estilo. Pero al menos hay algo de verdad en la observación y se debe al impresionante denuedo del apóstol. 

(2) En los primeros años de la iglesia, casi toda la persecución que sufrían los cristianos la iniciaban los judíos. Por supuesto, más tarde el Imperio Romano generó una persecución mucho peor, hasta que a inicios del siglo IV, el emperador Constantino cambió de bando. Pero al principio no fue así. Es difícil hablar de esto en nuestro contexto histórico, dado que vivimos después del Holocausto. Pero los hechos son tozudos y es posible entender por qué era así. Al principio, todos los cristianos eran judíos y durante mucho tiempo, la mayoría seguían siendo judíos. En ambos casos, la disciplina de la sinagoga era posible dentro de comunidades razonablemente cerradas. Más aún, al menos en algunas ciudades, los judíos influyentes podían presionar a las autoridades paganas para que actuaran sobre ciertas personas que muchos judíos consideraban que estaban corrompiendo la tradición y la cultura judías. 

(3) En Listra (Hechos 14:8-20), hay un ejemplo espectacular de la inconstancia de una multitud. Al principio, los paganos intentan honrar a Pablo y Bernabé llamándoles Hermes (el dios de la comunicación) y Zeus (jefe del panteón griego), respectivamente, debido a las sanidades que habían hecho en nombre de Jesús. Pablo y Bernabé sólo pudieron controlar a la muchedumbre con muchísimo esfuerzo y esta luego atacó, persuadida por algunos judíos opositores que habían comenzado a pisarle los talones. La respuesta apostólica es asombrosa: hacen todo lo posible por impedir la aclamación (14:14,18) y aceptan la persecución como algo que es de esperar para aquellos que entren al reino de Dios (14:22). 

(4) De camino a casa, poco meses después, Pablo y Bernabé regresan a las ciudades donde ya habían fundado iglesias y nombran ancianos en cada una de ellas (14:23). Evidentemente, lo que significa un anciano “maduro” es completamente relativo a la edad y madurez de la congregación. 
Reflexiona sobre la relevancia de estos hechos en tu propio contexto  

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen I, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2013. Usado con permiso.
Devocional: Jeremías 23
Gran parte de Jeremías 23 es una denuncia de los “pastores” que destruyen y dispersan a las ovejas de los pastos del Señor (23:1; compárese Jeremías 10 y la meditación del 14 de julio). La larga sección relativa a los profetas mentirosos (23:9-40) es una de las presentaciones más perspicaces de las diferencias entre los profetas verdaderos y los falsos en todas las Escrituras. Su patetismo se profundiza con los apartes del profeta Jeremías, que no solo revelan algún elemento presente en el verdadero profeta, sino que exponen sus propios sentimientos: “Se me parte el corazón en el pecho y se me estremecen los huesos. Por causa del Señor y de sus santas palabras, hasta parezco un borracho, alguien dominado por el vino” (23:9). La dura condena de los sueños transmitidos con entusiasmo en los círculos proféticos, mientras estos son incapaces de comunicar fielmente la Palabra de Dios (23:25-39), tiene una relevancia contemporánea que solo los ciegos no podrían ver.

No obstante, quiero centrarme en los seis primeros versículos. A la luz de los reyes inmensamente inmorales e idólatras condenados en el capítulo anterior, y de los pastores destructivos de este, Dios presenta la solución definitiva, que consta de tres componentes:

(1) Dios acabará con los pastores destructivos (23:2). Es un tema que ya hemos visto antes y que ocupa buena parte de este capítulo.

(2) Dios mismo reunirá al remanente del rebaño de allá donde esté dispersado, trayéndolo de vuelta a sus pastos. El Señor declara: “Pondré sobre ellas pastores que las pastorearán, y ya no temerán ni se espantarán, ni faltará ninguna de ellas” (23:4). En otras palabras, la promesa del fin del exilio y el retorno del remanente se expresa ahora con la imagen de un rebaño dispersado que vuelve a sus pastos. Sin embargo, existe también un elemento de expectación que trasciende el final histórico del exilio: el propio Señor proveerá unos pastores de una naturaleza que irá más allá de lo que las personas han experimentado en el pasado.

(3) En particular, Dios hará “surgir un vástago justo de la simiente de David” (23:5). El linaje davídico será poco más que un tocón, pero un nuevo “vástago” crecerá de él, un rey que “reinará con sabiduría en el país, y practicará el derecho y la justicia” (23:5). Sus días traerán seguridad y salvación para el pueblo del pacto de Dios. “Este es el nombre que se le dará: ‘El Señor es nuestra salvación’” (23:6). Y eso, porque, por él, Dios será al mismo tiempo justo y quien justificará a los impíos, vindicándolos por la vida y muerte del vástago del linaje de David (Romanos 3:20-26).

Este devocional es un extracto de Por amor a Dios, Volumen II, por Donald A. Carson © Andamio Editorial, 2016. Usado con permiso.
Jueces 10
Tola y Jair, jueces de Israel
10 Después de la muerte de Abimelec para salvar a Israel se levantó Tola, hijo de Puá, hijo de Dodo, varón de Isacar. Y habitó en Samir, en la región montañosa de Efraín. 2 Tola juzgó a Israel veintitrés años. Y murió y fue sepultado en Samir. 3 Y tras él se levantó Jair el galaadita, y juzgó a Israel veintidós años. 4 Este tuvo treinta hijos que cabalgaban en treinta asnos, y tenían treinta ciudades en la tierra de Galaad que se llaman Havot Jair hasta hoy. 5 Y murió Jair, y fue sepultado en Camón.

Opresión amonita

6 Pero los israelitas volvieron a hacer lo malo ante los ojos del Señor. Sirvieron a los Baales, a Astarot, a los dioses de Aram, a los dioses de Sidón, a los dioses de Moab, a los dioses de los amonitas y a los dioses de los filisteos. Abandonaron, pues, al Señor y no le sirvieron. 7 Entonces se encendió la ira del Señor contra Israel, y los entregó en manos de los filisteos y en manos de los amonitas. 8 Y ellos afligieron y quebrantaron a los israelitas ese año. Y por dieciocho años oprimieron a todos los israelitas que estaban al otro lado del Jordán, en Galaad, en la tierra de los amorreos. 9 Los amonitas cruzaron el Jordán para pelear también contra Judá, contra Benjamín y contra la casa de Efraín, y se angustió Israel en gran manera.

10 Entonces los israelitas clamaron al Señor: «Hemos pecado contra Ti, porque ciertamente hemos abandonado a nuestro Dios y hemos servido a los Baales». 11 Y el Señor respondió a los israelitas: «¿No los libré Yo de los egipcios, de los amorreos, de los amonitas y de los filisteos? 12 Cuando los sidonios, los amalecitas y los maonitas los oprimían, clamaron a Mí, y Yo los libré de sus manos. 13 Pero ustedes me han dejado y han servido a otros dioses. Por tanto, no los libraré más. 14 Vayan y clamen a los dioses que han escogido; que ellos los libren en el tiempo de su aflicción».

15 Los israelitas respondieron al Señor: «Hemos pecado, haz con nosotros como bien te parezca. Solo te rogamos que nos libres en este día». 16 Y quitaron los dioses extranjeros de en medio de ellos y sirvieron al Señor. Y Él no pudo soportar más la angustia de Israel.

17 Entonces los amonitas se reunieron y acamparon en Galaad, y los israelitas se juntaron y acamparon en Mizpa. 18 Y el pueblo, los jefes de Galaad, se dijeron unos a otros: «¿Quién es el hombre que comenzará la batalla contra los amonitas? Él será caudillo de todos los habitantes de Galaad».


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Hechos 14
LIBRO QUINTO
Pablo y Bernabé en Iconio
14 Cuando Pablo y Bernabé entraron juntos en la sinagoga de los judíos en Iconio, hablaron de tal manera que creyó una gran multitud, tanto de judíos como de griegos. Pero los judíos que no creyeron, excitaron y llenaron de odio los ánimos de los gentiles contra los hermanos. Con todo, se detuvieron allí mucho tiempo hablando valientemente, confiados en el Señor que confirmaba la palabra de Su gracia, concediendo que se hicieran señales y prodigios por medio de sus manos.

Pero la gente de la ciudad estaba dividida, y unos estaban con los judíos y otros con los apóstoles. Cuando los gentiles y los judíos, con sus gobernantes, prepararon un atentado para maltratarlos y apedrearlos, los apóstoles se dieron cuenta de ello y huyeron a las ciudades de Licaonia, Listra, Derbe, y sus alrededores; y allí continuaron anunciando el evangelio.

Pablo y Bernabé en Listra

8 Y había en Listra un hombre que estaba sentado, imposibilitado de los pies, cojo desde el seno de su madre y que nunca había andado. 9 Este escuchaba hablar a Pablo, el cual, fijando la mirada en él, y viendo que tenía fe para ser sanado, 10 dijo con voz fuerte: «Levántate derecho sobre tus pies». Y él dio un salto y comenzó a andar. 11 Cuando la multitud vio lo que Pablo había hecho, alzaron la voz, diciendo en el idioma de Licaonia: «Los dioses se han hecho semejantes a hombres y han descendido a nosotros».

12 Y llamaban a Bernabé, Júpiter, y a Pablo, Mercurio, porque este era el que dirigía la palabra. 13 El sacerdote de Júpiter, cuyo templo estaba en las afueras de la ciudad, trajo toros y guirnaldas a las puertas, y quería ofrecer sacrificios junto con la multitud.14 Pero cuando lo oyeron los apóstoles Bernabé y Pablo, rasgaron sus ropas y se lanzaron en medio de la multitud, gritando: 15 «Señores, ¿por qué hacen estas cosas? Nosotros también somos hombres de igual naturaleza que ustedes, y les anunciamos el evangelio para que se vuelvan de estas cosas vanas a un Dios vivo, que hizo el cielo, la tierra, el mar, y todo lo que hay en ellos. 

16 En las generaciones pasadas Él permitió que todas las naciones siguieran sus propios caminos; 17 y sin embargo, no dejó de dar testimonio de Él mismo, haciendo bien y dándoles lluvias del cielo y estaciones fructíferas, llenando sus corazones de sustento y de alegría». 18 Aun diciendo estas palabras, apenas pudieron impedir que las multitudes les ofrecieran sacrificio.

Pablo apedreado en Listra

19 Pero vinieron algunos judíos de Antioquía y de Iconio, y habiendo persuadido a la multitud, apedrearon a Pablo y lo arrastraron fuera de la ciudad, pensando que estaba muerto. 20 Pero mientras los discípulos lo rodeaban, él se levantó y entró en la ciudad. Al día siguiente Pablo partió con Bernabé a Derbe.

21 Después de anunciar el evangelio a aquella ciudad y de hacer muchos discípulos, volvieron a Listra, a Iconio y a Antioquía, 22 fortaleciendo los ánimos de los discípulos, exhortándolos a que perseveraran en la fe, y diciendo: «Es necesario que a través de muchas tribulaciones entremos en el reino de Dios». 23 Después que les designaron ancianos en cada iglesia, habiendo orado con ayunos, los encomendaron al Señor en quien habían creído.

24 Pasaron por Pisidia y llegaron a Panfilia. 25 Después de predicar la palabra en Perge, descendieron a Atalia; 26 y de allí se embarcaron para Antioquía, donde habían sido encomendados a la gracia de Dios para la obra que habían cumplido.27 Cuando llegaron y reunieron a la iglesia, informaron de todas las cosas que Dios había hecho con ellos, y cómo había abierto a los gentiles la puerta de la fe. 28 Y se quedaron mucho tiempo con los discípulos.

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Jeremías 23
Los malos pastores y regreso del remanente

23 «¡Ay de los pastores que destruyen y dispersan las ovejas de Mis prados!», declara el Señor. 2 Por tanto, así dice el Señor, Dios de Israel, acerca de los pastores que apacientan a Mi pueblo: «Ustedes han dispersado Mis ovejas y las han ahuyentado, y no se han ocupado de ellas. Por eso Yo me encargaré de ustedes por la maldad de sus obras», declara el Señor. 3 «Yo mismo reuniré el remanente de Mis ovejas de todas las tierras adonde las he echado, y las haré volver a sus pastos; y crecerán y se multiplicarán. 4 Pondré sobre ellas pastores que las apacentarán, y nunca más tendrán temor, ni se aterrarán, ni faltará ninguna de ellas», declara el Señor.

5 «Vienen días», declara el Señor,
«En que levantaré a David un Renuevo justo;
Y Él reinará como rey, actuará sabiamente,
Y practicará el derecho y la justicia en la tierra.
6 En sus días Judá será salvada,
E Israel morará seguro;
Y este es Su nombre por el cual será llamado:
“El Señor, justicia nuestra”.

7 Por tanto, vienen días», declara el Señor, «cuando no dirán más: “Vive el Señor, que hizo subir a los israelitas de la tierra de Egipto”, 8 sino: “Vive el Señor que hizo subir y trajo a los descendientes de la casa de Israel de la tierra del norte y de todas las tierras adonde los había echado”. Entonces habitarán en su propio suelo».

9 En cuanto a los profetas:

Quebrantado está mi corazón dentro de mí,
Tiemblan todos mis huesos;
Estoy como un ebrio,
Como un hombre a quien domina el vino,
Por causa del Señor
Y por causa de Sus santas palabras.
10 Porque la tierra está llena de adúlteros;
Porque a causa de la maldición se ha enlutado la tierra,
Se han secado los pastos del desierto.
Pues es mala la carrera de ellos
Y su poderío no es recto.
11 «Porque tanto el profeta como el sacerdote están corrompidos;
Aun en Mi casa he hallado su maldad», declara el Señor.
12 «Por tanto, su camino será para ellos como sendas resbaladizas;
Serán empujados a las tinieblas y en ellas caerán;
Porque traeré sobre ellos calamidad
En el año de su castigo», declara el Señor.

13 «Además, entre los profetas de Samaria he visto algo ofensivo:
Profetizaban en nombre de Baal y extraviaban a Mi pueblo Israel.
14 También entre los profetas de Jerusalén he visto algo horrible:
Cometían adulterio y andaban en mentiras;
Fortalecían las manos de los malhechores,
Sin convertirse ninguno de su maldad.
Todos ellos son para Mí como Sodoma,
Y sus habitantes como Gomorra.

15 Por tanto, así dice el Señor de los ejércitos acerca de los profetas:

“Voy a darles de comer ajenjo
Y hacerles que beban agua envenenada,
Porque de los profetas de Jerusalén
Ha salido la corrupción a todo el país”».

16 Así dice el Señor de los ejércitos:

«No escuchen las palabras de los profetas que les profetizan.
Ellos los conducen hacia lo vano;
Les cuentan las visiones de su propia fantasía,
No de la boca del Señor.
17 Dicen de continuo a los que me desprecian:
“El Señor ha dicho: ‘Tendrán paz’”;
Y a todo el que anda en la terquedad de su corazón
Dicen: “No vendrá calamidad sobre ustedes”.
18 Pero ¿quién ha estado en el consejo del Señor,
Y vio y oyó Su palabra?
¿Quién ha prestado atención a Su palabra y la ha escuchado?
19 La tempestad del Señor ha salido con furor,
Un torbellino impetuoso
Descargará sobre la cabeza de los impíos.
20 No se apartará la ira del Señor
Hasta que haya realizado y llevado a cabo los propósitos de Su corazón.
En los postreros días lo entenderán claramente.
21 Yo no envié a esos profetas,
Pero ellos corrieron;
No les hablé,
Mas ellos profetizaron.
22 Pero si ellos hubieran estado en Mi consejo,
Habrían hecho oír Mis palabras a Mi pueblo,
Y lo habrían hecho volver de su mal camino
Y de la maldad de sus obras.

23 »¿Acaso soy Yo un Dios solo de cerca», declara el Señor,
«Y no un Dios de lejos?».
24 «¿Podrá alguien esconderse en escondites
De modo que Yo no lo vea?», declara el Señor.
«¿No lleno Yo los cielos y la tierra?», declara el Señor.

25 «He oído lo que dicen los profetas que profetizan mentira en Mi nombre, diciendo: “¡He tenido un sueño, he tenido un sueño!”. 26 ¿Hasta cuándo? ¿Qué hay en los corazones de los profetas que profetizan la mentira, de los profetas que proclaman el engaño de su corazón, 27 que tratan de que Mi pueblo se olvide de Mi nombre con los sueños que se cuentan unos a otros, tal como sus padres olvidaron Mi nombre a causa de Baal? 28 El profeta que tenga un sueño, que cuente su sueño, pero el que tenga Mi palabra, que hable Mi palabra con fidelidad. ¿Qué tiene que ver la paja con el grano?», declara el Señor. 29 «¿No es Mi palabra como fuego», declara el Señor, «y como martillo que despedaza la roca?».

30 «Por tanto, estoy contra los profetas», declara el Señor, «que se roban Mis palabras el uno al otro. 31 Estoy contra los profetas», declara el Señor, «que usan sus lenguas y dicen: “El Señor declara”. 32 Estoy contra los que profetizan sueños falsos», declara el Señor, «y los cuentan y hacen errar a Mi pueblo con sus mentiras y sus presunciones, cuando Yo no los envié ni les di órdenes, ni son de provecho alguno para este pueblo», declara el Señor.

33 «Así que cuando te pregunte este pueblo, o el profeta, o un sacerdote: “¿Cuál es el oráculo del Señor?”, les dirás: “¿Cuál oráculo?”. El Señor declara: “Yo los abandonaré”. 34 Y al profeta, al sacerdote o al pueblo que diga: “Oráculo del Señor”, traeré castigo sobre tal hombre y sobre su casa. 35 Así dirá cada uno a su prójimo y cada uno a su hermano: “¿Qué ha respondido el Señor? ¿Qué ha hablado el Señor?”. 36 Y no se acordarán más del oráculo del Señor, porque la palabra de cada uno le será por oráculo, pues han pervertido las palabras del Dios viviente, del Señor de los ejércitos, nuestro Dios.

37 »Jeremías, así dirás al profeta: “¿Qué te ha respondido el Señor? ¿Qué ha hablado el Señor?”. 38 Pero si ustedes dicen: “¡Oráculo del Señor!”, entonces así dice el Señor: “Por cuanto han dicho esta palabra: ‘¡Oráculo del Señor!’, habiendo Yo enviado a decirles: ‘No digan: “¡Oráculo del Señor!”’”. 39 Por tanto, ciertamente me olvidaré de ustedes y los echaré de Mi presencia, junto con la ciudad que les di a ustedes y a sus padres; 40 y pondré sobre ustedes oprobio eterno y humillación eterna que nunca será olvidada»

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Marcos 9
9 Y Jesús les decía:
«En verdad les digo que hay algunos de los que están aquí que no probarán la muerte hasta que vean el reino de Dios después de que haya venido con poder».

La transfiguración

2 Seis días después, Jesús tomó* con Él a Pedro, a Jacobo y a Juan, y los llevó* a ellos solos a un monte alto; y se transfiguró delante de ellos. 3 Sus vestiduras se volvieron resplandecientes, muy blancas, tal como ningún lavandero sobre la tierra las puede blanquear. 4 Y se les apareció Elías junto con Moisés, y estaban hablando con Jesús. 5 Entonces Pedro dijo* a Jesús: «Rabí, bueno es que estemos aquí; hagamos tres enramadas, una para Ti, otra para Moisés y otra para Elías».

6 Porque él no sabía qué decir, pues estaban aterrados. 7 Entonces se formó una nube que los cubrió, y una voz salió de la nube: «Este es Mi Hijo amado; oigan a Él». 8 Y enseguida miraron en derredor, pero ya no vieron a nadie con ellos, sino a Jesús solo.

La venida de Elías

9 Cuando bajaban del monte, Jesús les ordenó que no contaran a nadie lo que habían visto, hasta que el Hijo del Hombre resucitara de entre los muertos. 10 Y se guardaron para sí lo que fue dicho, discutiendo entre sí qué significaría eso de resucitar de entre los muertos. 11 Le preguntaron a Jesús: «¿Por qué dicen los escribas que Elías debe venir primero?».

12 «Es cierto que Elías, al venir primero, restaurará todas las cosas», les dijo. «Y, sin embargo, ¿cómo está escrito del Hijo del Hombre que ha de padecer mucho y ser despreciado? 13 Pero Yo les digo que Elías ya ha venido, y le hicieron cuanto quisieron, tal como está escrito de él».

Jesús sana a un muchacho endemoniado

14 Cuando regresaron adonde estaban los otros discípulos, vieron una gran multitud que los rodeaba, y a unos escribas que discutían con ellos. 15 Enseguida, cuando toda la multitud vio a Jesús, quedó sorprendida, y corriendo hacia Él, lo saludaban. 16 «¿Qué discuten con ellos?», les preguntó.

17 Y uno de la multitud le respondió: «Maestro, te he traído a mi hijo que tiene un espíritu mudo, 18 y siempre que se apodera de él, lo derriba, y echa espumarajos, cruje los dientes y se va consumiendo. Dije a Tus discípulos que expulsaran al espíritu, pero no pudieron».

19 Jesús les dijo*: «¡Oh generación incrédula! ¿Hasta cuándo estaré con ustedes? ¿Hasta cuándo los tendré que soportar? ¡Traigan al muchacho!». 20 Y lo llevaron ante Él. Cuando el espíritu vio a Jesús, al instante sacudió con violencia al muchacho, y este, cayendo a tierra, se revolcaba echando espumarajos. 21 Jesús preguntó al padre: «¿Cuánto tiempo hace que le sucede esto?». «Desde su niñez», respondió. 22 «Muchas veces ese espíritu lo ha echado en el fuego y también en el agua para destruirlo. Pero si Tú puedes hacer algo, ten misericordia de nosotros y ayúdanos».

23 «¿Cómo “si Tú puedes?”», le dijo Jesús. «Todas las cosas son posibles para el que cree». 24 Al instante el padre del muchacho gritó y dijo: «Creo; ayúdame en mi incredulidad». 25 Cuando Jesús vio que la gente corría a reunirse, reprendió al espíritu inmundo, diciéndole: «Espíritu mudo y sordo, Yo te ordeno: sal de él y no vuelvas a entrar en él».

26 Después de gritar y de sacudirlo con terribles convulsiones, el espíritu salió: y el muchacho quedó como muerto, tanto, que la mayoría de ellos decían: «¡Está muerto!». 27 Pero Jesús, tomándolo de la mano, lo levantó, y él se puso en pie. 28 Cuando Jesús entro en casa, Sus discípulos le preguntaban en privado: «¿Por qué nosotros no pudimos expulsarlo?». 29 Jesús les dijo: «Esta clase con nada puede salir, sino con oración».

Jesús anuncia otra vez Su muerte

30 Saliendo de allí, iban pasando por Galilea, y Él no quería que nadie lo supiera. 31 Porque enseñaba a Sus discípulos, y les decía: «El Hijo del Hombre será entregado en manos de los hombres y lo matarán; y después de muerto, a los tres días resucitará». 32 Pero ellos no entendían lo que les decía, y tenían miedo de preguntar a Jesús.

El mayor en el reino de los cielos

33 Llegaron a Capernaúm; y estando ya en la casa, Jesús les preguntaba: «¿Qué discutían por el camino?». 34 Pero ellos guardaron silencio, porque en el camino habían discutido entre sí quién de ellos era el mayor. 35 Jesús se sentó, llamó a los doce discípulos y les dijo*: «Si alguien desea ser el primero, será el último de todos y el servidor de todos». 36 Tomando a un niño, lo puso en medio de ellos; y tomándolo en los brazos les dijo: 37 «El que reciba a un niño como este en Mi nombre, me recibe a Mí; y el que me recibe a Mí, no me recibe a Mí, sino a Aquel que me envió».

Recompensas y advertencias

38 «Maestro», dijo Juan, «vimos a uno echando fuera demonios en Tu nombre, y tratamos de impedírselo, porque no nos seguía». 39 Pero Jesús dijo: «No se lo impidan, porque no hay nadie que haga un milagro en Mi nombre, y que pueda enseguida hablar mal de Mí. 40 Pues el que no está contra nosotros, por nosotros está. 41 Porque cualquiera que les dé a ustedes a beber un vaso de agua, por razón de su nombre como seguidores de Cristo, en verdad les digo que no perderá su recompensa. 42 Cualquiera que haga pecar a uno de estos pequeñitos que creen en Mí, mejor le fuera si le hubieran atado al cuello una piedra de molino de las que mueve un asno, y lo hubieran echado al mar.

43 »Si tu mano te es ocasión de pecar, córtala; te es mejor entrar en la vida manco, que teniendo las dos manos ir al infierno, al fuego que no se apaga, 44 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego no se apaga. 45 Y si tu pie te es ocasión de pecar, córtalo; te es mejor entrar cojo a la vida, que teniendo los dos pies ser echado al infierno, 46 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego no se apaga. 47 Y si tu ojo te es ocasión de pecar, sácatelo; te es mejor entrar al reino de Dios con un solo ojo, que teniendo dos ojos ser echado al infierno, 48 donde el gusano de ellos no muere, y el fuego no se apaga. 49 Porque todos serán salados con fuego. 50 La sal es buena; pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué la sazonarán? Tengan sal en ustedes y estén en paz los unos con los otros».

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